Ciberseguras

Internet también es una tecnología blanda

Ciberseguras es una comunidad ciberfeminista latinoamericana, dedicada a compartir conocimientos, reflexiones y experiencias en torno a la tecnología y sus posibilidades, para que todas puedan disfrutarla libremente y de forma segura.

Más allá de cómo entendemos el feminismo en nuestras prácticas cotidianas, quienes participamos en Ciberseguras compartimos una sensación con respecto a la tecnología: la hostilidad, muchas veces dada por espacios mayoritariamente masculinos, donde se valora sobre todo el saber experto y la velocidad en la ejecución de tareas. Y no importan tanto nuestras primeras motivaciones, nuestros orígenes o nuestros intereses específicos a la hora de comenzar a explorar estrategias de seguridad digital, lo central aquí es que, a partir de esas primeras experiencias, decidimos hacerlo de otra manera y en ese camino es que nos hemos ido encontrando.

La primera reunión de Ciberseguras ocurrió hace poco menos de dos años en Quito, Ecuador, justo antes de que comenzara el I Encuentro Internacional de Ciberfeminismo; su historia, sin embargo, comienza más atrás, en el año 2014 en México, en el acompañamiento a mujeres que estaban siendo hostigadas en internet. Pero hace dos años comenzamos a imaginar juntas, entre compañeras de diferentes lugares de América Latina, un espacio para consultar recursos en lengua hispana sobre género y tecnología. Nos planteamos entonces la necesidad de acompañar esta búsqueda, reconociendo que, en estos temas, no todas tienen muy claro lo que buscan, ni tienen necesariamente los mismos intereses.

Definimos que en ciberseguras.org habría información sobre tecnología y feminismos, organización de encuentros como talleres y festivales, y protección de dispositivos electrónicos. Luego nos pusimos en la tarea de construir la página, que fue re-lanzada el 24 de abril de 2018, conmemorando dos años de las manifestaciones contra la violencia de género realizadas en México en 2016. De eso ha pasado un año de trabajo continuado, que celebramos hace una semana en nuestra segunda reunión en Bogotá, Colombia. Como buscamos espacios para aprender juntas sobre la tecnología, nos tomamos un día de la reunión para practicar juntas cómo usar GitLab para la organización y documentación de procesos, pero la mayor parte del tiempo se fue en trabajar nuestra red humana, como base fundamental para que nuestras acciones dentro y fuera de internet sean potentes, transformadoras y duraderas.

Y hablando de que hace treinta años comenzó a funcionar la Web, es decir la internet utilizada por las personas, desde sus hogares -los cibercafés, las bibliotecas o los centros educativos- y para sus actividades cotidianas, vale decir que esta red, como las redes humanas, está basada en la confianza, ya que sin conocer a fondo cómo funciona el sistema que hace posible nuestra navegación, podemos ir de una página a otra gracias a los servicios de indexación, transporte y alojamiento de información que nos ofrecen diferentes empresas alrededor del mundo. Pero ese es un tema muy amplio y complejo en el que no profundizamos durante la reunión, pues había cosas más cercanas e importantes que tratar.

El punto es que hoy, cuando el acceso a internet se considera un derecho humano y por tanto se busca conectar a todas las personas del mundo sin importar sus condiciones económicas, políticas, sociales o culturales, la confianza se vuelve un tema central a la hora de preguntarnos, ¿cómo queremos estar conectadas? Y es que nosotras, mujeres de ciudades tan distintas, sabemos que no ‘todos los usuarios’ accedemos por igual. Así que como red, en Ciberseguras buscamos construir confianza entre nosotras y nos proponemos trabajar en nuestros contextos locales también a partir de la confianza, con las personas que participan de los espacios de encuentro y aprendizaje que organizamos.

En internet pareciera que la confianza reposa en la precisión de los sistemas informáticos y sus mecanismos de respuesta, validación y corrección de errores, o en las políticas de transparencia de las empresas que desarrollan y mantienen esos sistemas donde se procesan nuestros datos. Cuando se trata de las personas que utilizamos internet se habla más del consentimiento, que a su vez pareciera limitarse a la capacidad de decir no en un contrato establecido con quienes recolectan, almacenan y gestionan datos. Un contrato protegido por una regulación para la cual somos consideradas ‘un sujeto de derechos’.

El problema con la confianza, si hablamos de internet, es que no es reductible a un sistema de respuesta, es una tecnología blanda -si se quiere buscar un término que la describa en el contexto de internet-, se construye de a pocos, requiere cuerpo y disposición, se basa en acuerdos y aunque estos se registren en algún lugar, siempre pueden renovarse, flexibilizarse, discutirse. Toman tiempo. El problema de la confianza, y también su más grande potencia, es que debe negociarse siempre, reconociendo las diferencias de quienes participan. Estas diferencias se expresan en necesidades, intereses y percepciones diversas sobre el mundo. Y para nosotras las Ciberseguras, estas son las bases de un trabajo feminista en cualquier ámbito; en el de la tecnología -que nos apasiona- también.