Desde que Whatsapp fue comprado por Facebook hace tres años, han surgido muchas dudas respecto a cómo esto afecta la privacidad de sus usuarios. A comienzos de 2016 la empresa comenzó a cifrar por defecto todas las conversaciones, lo cual fue celebrado en todo el mundo; pero en agosto informó que compartiría los datos de sus usuarios con Facebook, decisión que tuvo una respuesta menos favorable, que incluso fue llevada a la corte y finalmente fue rechazada en territorio europeo.
La semana pasada el diario The Guardian declaró que Whatsapp tiene una vulnerabilidad que podría ser utilizada por gobiernos como puerta trasera para espiar los mensajes de sus usuarios, de acuerdo con la investigación realizada por el criptógrafo Tobías Boelter. Tal vulnerabilidad consiste en que la aplicación puede generar una nueva clave de encriptación mientras el usuario está desconectado, por ejemplo cuando se reinstala la aplicación en un dispositivo nuevo, sin necesidad de notificarlo pero guardando los mensajes que se hayan enviado, encriptándolos nuevamente y re enviándolos con la nueva llave.
Open Whisper Systems, empresa creadora de la aplicación de mensajería Signal y del protocolo de encriptación que es utilizado también en Whatsapp, respondió que no hay tal falla sino una limitación propia de los sistemas de encriptación, y que en ningún caso se trata de una puerta trasera. Por eso la app ofrece la opción de notificación cuando se haya cambiado la clave de encriptación, lo que fortalece la seguridad en las comunicaciones.
Pero, ¿por qué no notifica siempre a sus usuarios? Porque frente a la seguridad, para Whatsapp es más importante que la experiencia de usuario sea cómoda y sencilla. Por eso no tomó medidas luego de que, en abril de 2016, Boelter les notificara la falla. Y si bien se ha dicho que la solución es tan sencilla como activar manualmente las notificaciones o que esta vulnerabilidad es pequeña aún si la persona usuaria teme ser interceptada por agencias gubernamentales, es problemático que el código de Whatsapp no sea auditable, lo que hace más difícil saber si esta limitación puede o no ser utilizada para analizar y espiar las comunicaciones.
La falla encontrada en WhatsApp es un recordatorio crítico de que las comunicaciones seguras no dependen solo de un buen protocolo, sino de la confianza en las empresas y personas que diseñan y mantienen las herramientas que utilizamos. Y en el caso de Whatsapp y su propietaria Facebook, aunque han declarado su compromiso con la seguridad de las comunicaciones frente a la solicitud por parte de gobiernos, como pasó por ejemplo en Brasil, parece cada vez más difícil confiar.
Al respecto, es necesario recordar que hace poco, Facebook comenzó a estudiar detenidamente la manera de ingresar al mercado chino, aceptando las políticas de censura en ese país, y también que ha optado por colaborar con Israel en censurar contenidos a nombre de la lucha contra los mensajes de odio, pero a costas del derecho a la libertad de expresión, principalmente de los palestinos.
Si bien es cierto que la seguridad responde a un modelo de amenazas particular para cada usuario, y que Whatsapp es una herramienta que ofrece grandes facilidades y beneficios, hoy día hay otras aplicaciones que ofrecen servicios similares pero se preocupan más por proteger las comunicaciones y menos por capitalizar al máximo los datos de sus usuarios. Un ejemplo claro es Signal, que aunque se basa en el mismo protocolo no presenta la misma falla de Whatsapp, o Wire, cuyo “más grande defecto” es que casi nadie la tiene instalada.